miércoles, 18 de febrero de 2015

La última palabra

Cuando alguien ingresa a cualquiera de nuestros talleres, debe saber que en esa reunión el que tiene la última palabra es el coordinador.
Deberá saber que es algo muy bueno que eso así sea, porque sino todo sería un lío.

La autoridad del coordinador lo habilita, entre otras cosas,  a marcar rumbo de las temáticas del grupo, ejercer el derecho de admisión y vincularse con las autoridades del lugar con el fin de contribuir a que se guarde el buen orden dentro del grupo, el que, se sabe, es una representación de todo un programa esencialmente solidario y bastante grande e interesante, como lo es el Programa de Salud Mental Barrial.

En esa línea, la palabra del coordinador es la última. Y lo es en el sentido de que marca el punto desde el cual las cosas van a seguir dentro de la dinámica del grupo, priorizando algunos elementos por sobre otros, según el saber y su entender del que conduce la experiencia.

Nosotros en el Pirovano valoramos mucho el “saber y entender” de los coordinadores. El mismo es importantísimo, porque es la medida del éxito o fracaso (si es que el fracaso existe) de un taller. Sin un coordinador que sepa algo y entienda también algo, no iríamos a ningún lado y, si existiese un grupo con un coordinador que no se afirmara en su saber y entender para, desde allí, conectarse con la experiencia compartida, dicho grupo en breve quedaría diluído y estéril.

A veces ocurre que alguien (coordinador o participante de algún taller) confunde aquello de la última palabra con la única palabra. Cuando eso ocurre, se arma jaleo, en versión altisonante,  o versión calladita pero corrosiva.

En realidad, la última palabra es una palabra habitada, en cuyo ADN se percibe rastros inconfundibles de las palabras precedentes pronunciadas por los miembros del taller, incluyendo al coordinador mismo. Es decir: en la última palabra habita la penúltima, la antepenúltima, y así sucesivamente, en dosis y proporciones que son decididas por el coordinador.

En la única palabra, lo que se percibe en el ADN es que nada de lo que los otros han dicho habita en ella, por lo que es una palabra que suelen preferir los tiranos, los tontos y los malos, para jorobar a la gente y dominarla cual objetos que sean una extensión de sí mismos. Es que la única palabra es la palabra que no tiene prójimo, es una palabra desolada y vampírica que no tiene vecino, y es propia de aquellos que usan a los demás para tener una pared en blanco sobre la cual descargar sus pensamientos, los que se tornan estériles al no tener deseo de ser fecundados por lo que los otros tengan para decir.

La única palabra está vacía de toda curiosidad, solo quiere afirmarse a sí misma, por lo que suele ser insufrible o, en algunos casos, seductora cuando lo que se desea es que otro se haga cargo de las escenas para así evitar la propia responsabilidad de protagonía.

Por suerte, acá en el programa valoramos la última y no la única palabra. Cuando un coordinador apunta a tener la única palabra su taller se vacía de sentido y, generalmente, de gente. Cuando un participante apunta él a su vez a la única palabra, su participación es precaria, tensa y aburrida, cuando no violenta.

La última palabra,  bien pronunciada por el coordinador de un grupo, puede ser rotunda y cortar de cuajo alguna situación desmadrada. De hecho, cuando eso ocurre lo que sentimos es una sensación importante de paz, como cuando en una reunión de consorcio alguien, en uso de sus facultades, decide algo de una buena vez de manera nítida; o cuando vamos a un restaurante y vemos que un padre o madre en la mesa de al lado corta de cuajo algún llanto histérico de un hijo díscolo. En este terreno de lo metafórico, también podemos decir que la última palabra es como cuando por fin llueve, tras horas y más horas de calor, nubes y mortal humedad. Esa lluvia, generalmente precedida por un trueno de aquellos, alivia y ordena el mundo tanto como el “¡basta!” bien dicho de una madre a su alterada prole.

A no dudarlo, cuando alguien quiere licuar la autoridad de un coordinador, lo acusará de tirano. Pasa bastante. En general, los acusadores son personas que quieren tener ellos la última palabra (en realidad, la única), como cuando los hijos adolescentes nos quieren complicar la vida pero, a diferencia de éstos, que lo hacen para crecer poniéndonos a prueba, los que quieren adueñarse de la última palabra de un grupo sin ser los habilitados para ello, son los que en épocas de Campelo se llamaban “personas con problemas con la autoridad”.

Ni qué decir cuando en un grupo se arma una puja por imponer la única palabra....el clima se pone denso y dan ganas de irse: muchos argumentos en batalla silogística, pero nada de vínculo y común-unión, ausencia que, sabemos, mata el entusiasmo y las ganas de estar, y llena de bostezos las reuniones.

A los fines de ayudar a los coordinadores y, a su través, a los miembros de los grupos, lo que ocurre en el animador dentro de su grupo es revisado con sus compañeros animadores en las reuniones de coordinadores. Allí la última palabra de un taller de ayer, puede ser la palabra inicial del taller de mañana, fertilizada por el intermedio de los compañeros-pares de ese animador, quien retornará  la semana siguiente al taller que coordina nutrido por sus propias reflexiones y las de sus compañeros.
Es así que, si lo pensamos bien, la última palabra absoluta al fin de cuentas no existe, aunque podemos imaginar que en el final de los tiempos la encontraremos. Bueno, mientras esos tiempos finales van llegando (para lo cual en lo personal no tengo ningún apuro), las palabras circulan y circulan, en un juego fértil de intercambio.

En lo que a talleres respecta queda claro: la palabra final a ser dicha en ese espacio definido, es del coordinador, quien asume esa responsabilidad, ayudado por un programa que lo respalda y acompaña en su proceso.

Ordenados por esa premisa, todas las palabras tendrán su lugar correspondiente y, ¡maravilla! se abrirán las posibilidades de escuchar las palabras de otros, algo muy aconsejable por cierto, ya que no todo es decir en esta vida, sino también lo es escuchar el decir del otro que nos acompaña y nos nutre con el lenguaje de su vivencia.


                                                                            MIGUEL ESPECHE
                                                                            Coordinador General

Editorial del Coordinador General publicada en el Boletin del PSMB de Enero 2011

El valor del Boletín

A Marta Carvajal, la inclaudicable y a todos mis compañeros de taller.

               Quizás Eduardo Sacheri vino a los Talleres del Pirovano, porque leí una reflexión de un personaje que profundiza bella y sencillamente en lo de “la enfermedad no impide la salud”. Me refiero a su novela Papeles en el viento que, casualmente ahora, se estrenó como película.

               Por otra parte, en casa de amigos, estuve viendo las series que se ven por cable, donde el dinero y el negocio se privilegian sobre la vida, el trabajo honrado, el amor y la alegría. Y recordé nuestros “ad gaudium” y “se trabaja con lo que hay”: una ternura tibia me envolvió.

               Ambas me llevaron a volver a sentir que el Programa de Salud Mental Barrial es un tesoro aún por descubrir, por desarrollar y por dar a conocer. Para esto, una herramienta fundamental es el Boletín, que da a conocer y permanece en el tiempo, más que cualquier soporte digital, porque es papel.

               Lo digital se supera año a año: cassettes y zips ya fueron. Su fugacidad se desmorona ante la permanencia del soporte papel, atravesando los siglos, registrando el quehacer humano. Esa es la gran diferencia entre lo digital y el papel, por eso, el Boletín, además de su valor real de soporte, tiene un valor simbólico: nuestro deseo, como red, de permanecer, de perseverar en el ser, de privilegiar la salud de lo tangible y lo intangible de los seres humanos sobre la enfermedad y el negocio, atravesando el dolor y la muerte con el coraje y la esperanza del estar juntos, para compartir las luces y las sombras, la angustia y la felicidad.

                                                                                              Coordinadora  Elvi Palacios
                                                                               Taller de coordinadores de Virginia Pugnalli

Nota: El texto imperdible de Sacheri está en la pág
ina 259, de Alfaguara, 1ª edición 4ª reimpresión, 2012.

JUGUEMOS CON INGENIO Y HUMOR

A los fines de que los talleristas que concurrían  al taller  'JUGUEMOS CON INGENIO Y HUMOR' (que coordinaba Carlos Montes), sepan que el taller se va a reunir a partir  del próximo martes 24/2/15, a las 16.30 hs., en el Bar Lo Di Carlo,  - mismo día, hora y lugar que tenía -,  les pido por favor si pueden incluir este aviso tanto en la cartelera como en la Web.
Andrea Robles

lunes, 9 de febrero de 2015

Taller 13 lunas - Nuevo taller para agendar

 

Un taller contado por sus animadoras

Las Animadoras del taller cuentan de qué se trata el Taller "Una invitación a la lectura" haciendo clic sobre el nombre del taller.

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También te acercan unas frases de la autora que resultaron ser disparadoras de emocionalidad en cada uno de los talleres:

"Para el dolor se dio la memoria, si es la paz de espíritu lo que deseas, olvida!!"      
"...... una luz que no es fe ni esperanza, sino amor, una señal de triunfo".
"......y aquel que mira las estrellas nunca volverá a estar completamente solo".
"El amor nos llega sin avisar y una vez que se nos entrega nunca pueden arrebatárnoslo, debemos recordarlo, jamás puede perderse....tampoco puede comparase un amor con otro, sencillamente existe. Hasta el roce más sutil y fugaz con el amor verdadero puede bastarle durante toda una vida".

Del libro.Astrid y Veronica, Linda Olsson. Editorial Letras de Bolsillo.

TALLER "UNA INVITACIÓN A LA LECTURA". 
2do. y 4to. lunes del mes
19 hs Bar Plaza del Carmen -Cabildo y Monroe.

Coordinadora: Nora Davis
Ayudante: Liliana Minenna

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Y regalan a continuación palabras de un tallerista:

Invitación a la Lectura

El que sabe leer, no se aburre nunca,
El que sabe leer nunca puede ordenar con éxito una bohardilla.
El que sabe leer es quien es, además todos los personajes que viven en el libro.
El que lee entiende cada vez más y mejor todo.
El que lee maneja todos los recursos de las letras de la lengua..
El que lee es local, regional y universal sin moverse de su silla, sillón o poltrona.
El que lee tiene alas sin límite de altura a cualquier destino, y no padece jet laj.
El que lee no envejece, lo sabe todo y no se figura como cuando era joven.
El que lee siempre dispone de libros para afirmar una mesa renga.
Tenlo presente ,para sentirte realizado es preciso, tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro.
Dios escribe derecho en renglones torcidos, la agneda, garra lo libro!!

ROBERTO, participante del taller. "UNA INVITACION A LA LECTURA"