domingo, 8 de enero de 2017

EL PROGRAMA Y LA SALUD MENTAL PÚBLICA

Editorial

La historia del Programa de Salud Mental Barrial, en lo que hace a su contacto con la Salud Mental Pública institucional, es nutrida e interesante.

No abundaremos en ella, pero sí diremos que, si bien al inicio nuestro programa fue tomado con cierta indiferencia por las autoridades dedicadas a la tarea en Salud Mental, pasados ciertos años, la idea de los talleres como parte de una “movida” de Promoción de la Salud fue ganando en prestigio y logrando apoyos.

Tanto es así que en cierta época, a fines de la década de los 90,  se generó un importante movimiento con la Dirección de Salud Mental de la Ciudad a cargo por aquel entonces del Lic. Roberto Lo Valvo, con la que se organizaron eventos varios de mucha importancia, llegando inclusive a ser nuestro programa una referencia a la hora de la redacción de algunos párrafos de la ley  de Salud Mental promulgada en aquel entonces.

Con esto quiero significar que, más allá de los avatares que hacen a las coyunturas, en el campo de las ideas al menos, la existencia de talleres como los nuestros (y las concepciones que los sustentan) son bienvenidos por aquellos profesionales de la Salud que piensan su trabajo como algo más que un coto privado del que solamente algunos gremios profesionales son dueños. Debo decir, nobleza obliga, que esos profesionales son muchos y suelen enviar a sus pacientes a nuestros grupos, confiando en la tarea comunitaria como parte sustancial de su propia labor como agentes de salud.

Días atrás, invitado por la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones a un encuentro de las autoridades de las distintas jurisdicciones que trabajan  en el área (también invitaron a algunos referentes del trabajo en SM, de allí mi presencia), me tocó presenciar el discurso del actual director de Salud Mental y Adicciones,  Dr. André Blake, quien se explayó ante decenas de profesionales de todo el país respecto de las bondades de los grupos de promoción de la salud, de apoyo mutuo, de “auto ayuda”, entre otros, a la hora de generar salud en la población.

El Dr. Blake hizo eje en los grupos de Alcohólicos Anónimos como ejemplo de esa eficacia de los grupos y talleres llevados adelante por “no profesionales”, y no le falta la razón, porque esa agrupación fue pionera en el terreno de la ayuda mutua, seguido por muchos otros grupos que, con diferentes modalidades, nutrieron el terreno de lo saludable, generando un eje solidario que fue fundamental para lograr el acompañamiento deseado.

Los grupos Renacer, los Narcóticos Anónimos y otros, además de los nuestros, claro está, son parte de la misma idea respecto a cómo generar una mejor calidad de vida, entre todos y en clave solidaria.

fortuna tuve la oportunidad de hablar en el encuentro mencionado para poner en conocimiento de los presentes  la existencia de nuestro programa en el Pirovano, pidiéndole a la Dirección de Salud Mental y Adicciones que hiciera de nexo entre nosotros y eventuales iniciativas afines que estén trabajando en otros lugares del país. Desconozco qué resonancia tendrá la cuestión, pero el solo hecho de haber sido invitado y podido hablar en ese lugar indica que crece la noción de que la Salud Mental es una tarea compartida que requiere de una concepción no individuocrática para ser realmente “pública”.

Es verdad que algunos ven a los talleres como un apoyo o complemento a la labor que se lleva a cabo en los consultorios. Sin embargo, no hay consultorio sin comunidad y, sobre todo, no hay “pos consultorio” sin comunidad, es decir, nadie se queda a vivir en un consultorio, pero sí puede vivir siempre en comunidad, desplegando potencias y generando lazos de buena voluntad. Por eso, debiéramos decir que la tarea profesional en Salud Mental es una excelente ayuda para la sociedad, pero no “es” la sociedad, y que los talleres existen como reflejo de la vida comunitaria, esa que da piso y horizonte a quienes trabajan en Salud Mental en cualquiera de sus áreas.

Que se vayan generando más puentes con autoridades y otros profesionales de la Salud Mental para lograr ofrecer el enfoque comunitario a una mayor cantidad de personas, es grato y promisorio. Esos puentes se suman a los que tenemos con el Servicio de Salud Mental de nuestro hospital y con las autoridades del mismo, que siempre nos prestan su apoyo muy generosamente.

La tarea de los vecinos promoviendo su salud desde lo solidario no es tema menor. Es una filosofía de lo que es una sociedad y de lo que es la vida saludable de esa sociedad. Por eso, que esa perspectiva sea cada vez más reconocida en diversas esferas, inclusive en la pública, como es el caso,  es algo grato y digno de nuestra alegría. Es otra de las caras del acompañamiento.

                                    MIGUEL ESPECHE
                                                                            Coordinador General

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